"El cazador imperial"
"El cazador imperial"
No se pudo cargar la disponibilidad de retiro
Abrigo-kimono con lazo sobredimensionado en el cuello, que sirve de cierre de la prenda. Realizado en gazar de seda en color blanco roto. Manga kimono. Vestido interior de bambula de algodón (acabados a mano).
EL CAZADOR IMPERIAL
"Una vez, un hombre fue a la provincia de Ise en calidad de cazador imperial. La madre de la Sacerdotisa de Ise envió a su hija el recado de que tuviera con él más atenciones de las habituales: lo despedía cada mañana cuando salía de caza y lo agasajaba en sus propias estancias cuando regresaba al caer la noche.
La segunda noche el hombre le propuso un encuentro a solas. La Sacerdotisa habría accedido gustosamente, pero se encontraban entre tanta gente que le era imposible recibirlo sin llamar la atención. Sin embargo, se alojaba muy cerca de las estancias de la Sacerdotisa, de modo que cuando todo el mundo se hubo retirado, fue a visitarlo. Él estaba despierto, mirando hacia el jardín, cuando la vio acercarse a la luz de la luna. Lleno de felicidad, la hizo entrar en su aposento, donde permanecieron juntos hasta las dos y media. Cuando ella se fue no se hicieron ninguna promesa, y el hombre, embargado por la tristeza, no pudo dormir.
A la mañana siguiente, a pesar de la impaciencia que sentía, tuvo que esperar a tener noticias suyas. Poco después del alba le llegó este poema:
¿Viniste a verme? ¿O hice yo la visita? ¿Cómo saberlo? ¿Fue real, o fue un sueño? ¿Dormía, o estaba despierta?
Llorando desconsoladamente, él le envió este:
Densas tinieblas mi corazón inundan de oscuras dudas. ¿Fue real, o fue un sueño? Decídelo esta noche.
Acto seguido salió de caza. Mientras cabalgaba por el llano pensaba en la noche siguiente, y en la posibilidad de poderla ver otra vez. Sin embargo, el gobernador de la provincia, había sabido de su visita, y organizó una fiesta en su honor que duró toda la noche. El hombre no pudo verse con ella, y tampoco tendría otra oportunidad más adelante, porque esa misma mañana debía partir hacia la provincia de Owari. Cuando faltaba poco para el alba, la Sacerdotisa le envió una copa de sake de despedida, junto a unos versos:
Agua ligera, moja apenas las mangas de aquel viajero...
Faltaban los dos últimos versos. Cogió un tizón de una antorcha y escribió:
...que para hundirse en ellas busca en vano un remanso".





